El sonido de que había llegado un correo a mi cuenta me había desconcertado. ¿A las tres y media de la madrugada alguien te puede mandar algo por tu correo electrónico?
Me levanté de la cama para mirarlo.Era de alguien que no conocía.
Pensé que era algo de propaganda, o el típico imbécil que te quiere colar un virus o algo así.
Me equivoqué. Era una invitación a algo. Seguí leyendo…
Estimado señor, Antonio Cortés Jiménez, me es un grato honor invitar a su persona a la reunión más importante de las personas más famosas y reconocidas de los últimos años.
La reunión será en la casa a las afueras de Madrid, “La viuda”, a las ocho de la noche. El día será el próximo ocho de abril.La estancia incluirá comida y alojamiento durante varios días, concretamente cuatro.
Esperamos que nos honre con su visita.
Atentamente:
VI IX IX IX IX IX IX IX IX.
Era una invitación muy directa. Pero, ¿por qué a mí? ¿Yo, una de las personas más famosas y reconocidas de los últimos años?
Me acosté nuevamente. Tenía tiempo para dormir hasta las diez de la mañana que llegaba mi secretaria a la oficina.
Aún así, puse el despertador a las nueve.
Esa noche tuve un sueño bastante extraño…
Ir a esa reunión iba a ser mi perdición.
¿Pero de qué manera?
Ni idea.
Mi sueño solo me dio a entender que no regresaría jamás de allí.
-¡Ring, ring!
Sonó el despertador.
Eran las diez y media. Un poco tarde, pero era sábado, un día en el que me podía permitir levantarme algo tarde.
Me preparé unas tostadas con mermelada y un buen vaso de leche desnatada.
Cuando terminé, me lavé los dientes. Eran poco más de las once menos diez.
Decidí mirar el periódico, concretamente la sección de deportes.
Miré los partidos de fútbol que había en esa semana. Jugaba mi equipo favorito el mismo día de la reunión.
Me molestó un poco el no poder verlo.
El timbre de la puerta sonó.
Abrí la puerta pensando que sería mi compañero de fatigas y, Miguel, pero no era así.
Una linda joven estaba en la puerta. Me preguntó si yo era el detective Antonio Cortés, y yo le respondí que sí.
Le pedí que entrara y que se acomodara en el sofá mientras yo me aseaba y me vestía con una ropa, más o menos, “decente”.
Estaba un poco nerviosa, por lógica quería asignarme algún caso.
Cogí del armario la primera camisa que encontré, el primer pantalón vaquero y los primeros zapatos que pillé.
Pedí disculpas a la chica por las pintas con las que la recibí y por el desorden de mi casa.
No soy un tipo ordenado, y si encima vives solo, más aún…
Ella seguía muy nerviosa.
Me extrañaba mucho aquella actitud.
-Muy buenos días, mi nombre es Rosa María Gómez Hernández. Soy hija del presidente de la empresa Extreme Star, Julián Gómez Bueno. Tengo un problema y me gustaría que fuera usted el hombre que me quitara el problema de encima.
Julián Gómez Bueno era uno de los hombres más importantes del país. Era uno de los hombres más ricos casi mundialmente y de los más influyentes.
¿Qué querría su hija de mí?
Me atreví a preguntar…
-Mi anciano padre ha sido invitado a una reunión el siguiente viernes. Según la carta, irán a ella las personas más exclusivas del panorama. Anda preocupado porque piensa que todo puede ser una trampa para planear su asesinato o algo parecido debido a su posición. Por esta razón, me gustaría que usted fuera con él a esa reunión, y actuara a modo de “guardaespaldas”. Así él, quedaría tranquilo.
-Señorita Rosa, siento tener que decirle que yo solo soy detective y no guardaespaldas.
-Mi padre lo sabe, pero su nombre es muy reputado, le quiere a usted como su protector particular. Si el dinero es el problema, le comunico que mi padre está dispuesto a ofrecerle una cantidad cercana a los doscientos cincuenta mil euros.
-Es una cantidad asombrosa, no cabe duda, pero, le repito que solo soy un detective.
La chica vio perfectamente que yo no estaba dispuesto a aceptar.
Entonces, recurrió a algo que me impresionó un poco…
-Yo misma podría aumentar la cantidad a quinientos mil euros, si usted está dispuesto a hacer este gran favor a mi familia.
Por favor, mi padre quedaría tranquilo el ocho de abril si usted le acompañase.
-¿Ha dicho, ocho de abril?
-Sí.
Una invitación rara y misteriosa a un detective, un hombre asquerosamente rico y poderoso invitado también y temiendo que alguien pretenda asesinarle…
Era algo bastante insólito.
Y las cosas insólitas y sin fundamento alguno, me encantaban.
-Muy bien, acepto su trabajo. Seré el guardaespaldas de su padre.
-¡Gracias de verdad!
Seguimos charlando y me convenció de que el mismo día, su padre vendría a recogerme en limusina.
En un principio, me opuse, pero, aquella chica, tenía un gran poder de persuasión. No pude negarme…
-Muy bien, ahora que está todo aclarado debo irme señor Cortés. Muchas gracias.
Eran las dos del mediodía cuando se fue.
Me había entretenido bastante.
Fui directo a la cocina, a buscar algo que comer. No había nada, se me había olvidado hacer la compra.
Si quería comer algo, tendría que salir a algún restaurante o derivados.
Como mi indumentaria no era la apropiada para ir a un restaurante, cogí un folleto de comida china que puse en la mesa días antes, y me puse rumbo a aquel lugar.
Comí bastante bien. Me quedé muy satisfecho…
Pagué el total de la comida, unos trece euros y puse rumbo a mi casa.
Llegué en cuestión de minutos.
Eran las tres. Estaba de vacaciones, no tenía mucho trabajo, así que me aburría como una ostra.
Decidí enchufar la consola y jugar un rato y despejarme.
No lo logré. Estaba preocupado por la reunión.
¿Y si de verdad alguien pretendía asesinar a aquel hombre?
Pero, por otra parte, ¿y si solo eran estupideces de un viejo loco?
Solo estaba claro que era una de estas opciones. ¿Cuál?
Ese era mi trabajo: Averiguarlo…
Pasaron los días y llegó el esperado día.
Puse el despertador sobre las nueve, pero no sonó. Terminé levantándome sobre las diez.
Había preparado una maleta con mis cosas el día antes, así que no tuve problema alguno.
Cogí el mejor traje que tenía en el armario para dar una buena impresión al gran magnate y salí a la puerta de mi casa a esperar a la limusina que vendría a por mí.
Tardó unos diez minutos.
Era la limusina más grande que había visto en toda mi vida.
¿Una limusina de unos nueve metros de largo?
¡De locos!
Aunque, también podía ser que nunca las había visto de cerca…
De ella se bajó un hombre que era más armario empotrado que humano.
Era un tipo enorme.
Supuse que era el guardaespaldas, más tarde me daría cuenta de que así era.
-Hola, -me dijo con un tono muy serio.
-Buenos días, -respondí yo.
-¿Es usted Antonio Cortés?
-Así es…
-Suba rápidamente y sin hacer preguntas.
-De…acuerdo.
Me monté en la limusina.
Dentro, había tres personas, una mujer, conocida, y dos hombres.
En total, incluyéndome a mí, éramos cinco personas.
-Muy buenas, señor detective. Yo soy Julián Gómez Bueno, presidente de la empresa Extreme Star. Puse mucho empeño para que usted me acompañara. Me honra tenerle aquí entre nosotros.
-Lo mismo puedo decir, yo también estoy encantado de estar aquí.
Julián era un hombre bastante mayor. Tendría sobre unos ochenta y muchos años.
Físicamente era muy poquita cosa. Yo no es que sea muy alto, solo tengo un metro setenta y cinco, pero lo de él era algo más exagerado.
No llegaba al metro sesenta y cinco.
Era bastante bajito y enclenque.
Muy poca cosa…
Tenía un bigote de los que son muy antiguos, y una gran barba que seguro, llevaría ahí muchos años. Tenía muchísimas arrugas en la cara, muestras de su avanzada edad.
Su pelo era blanco como la nieve, como todas las personas de su edad.
Vestía un traje carísimo, eso se notaba solo con mirarlo. Me juego el cuello a que aquel traje costaba unos tres mil euros como mínimo.
Tuviera los defectos que tuviera, era un hombre distinguido y de gran clase.
Eso se veía a la legua.
El otro hombre, se presentó como su hijo, Leonardo.
Me extrañó muchísimo que fueran padre e hijo.
Este, era alguien enorme si lo comparábamos al otro.
A mí me sacaba una cabeza y media, así que tendría un metro noventa por ahí.
Alto con ganas, para no engañarnos.
Al contrario que su padre, no tenía ni barba ni bigote. Estaba afeitado a lo bestia.
Era un tipo ancho, que vestía un traje negro también muy elegante y sobretodo, lo que más me llamó la atención fue que era alguien con un fuerte sentido del humor.
Se tiró todo el tiempo contando chistes de ejecutivos.
Me hizo bastante gracia.
Pero quien más me impresionó, fue Rosa.
El día que me fue a contratarme, fue como alguien “normal”. Nada elegante…
Pero, en aquellos momentos, me alucinó.
Vestía con un hermoso vestido rojo.
¿Los detalles de este?
No sé describirlo, nunca se me dio bien describir la ropa.
Solo puedo decir que se veía muy linda.
El primer día, no me fijé, pero tenía unos ojos de color verde apagado, que eran preciosos.
Una mirada tan cautivadora…
Y sonreía todo el rato.
A la media hora de coger la limusina, llegamos a “
No era una casa, era un caserón con todas las letras.
Pero con todas las letras del alfabeto sin exagerar.
Mi piso de soltero de setenta y cinco metros cuadrados se quedaba en una jaula para ratones comparándola con aquella casa.
Había un jardín enorme rodeado de flores. Visualicé dos tipos de flores:
Rosas blancas y rosas rojas.
Estas últimas fueron las que más me gustaron. Eran de un rojo aterciopelado y brillante.
Después del jardín, había un gran patio.
De nuevo, con muchas flores en él.
La entrada a la casa era también muy amplia.
Y la puerta, también. Todo lo que había en la casa aquella era enorme.
Parecía que vivían en ella gigantes.
Y no exagero, de verdad.
Llamamos al timbre, un timbre, que nos acojonó de veras.
Porque, claro, si de “ruidito” se escucha música tétrica…
Normalmente te acobardas un poco con eso por muy valiente que seas. Nadie abrió. Volvimos a llamar.
Esta vez, sí que abrió alguien.
-Buenas noches, señores. Bienvenidos a la casa, “
Era un hombre de mediana edad. Era moreno, con alguna entrada.
No me fijé mucho en sus rasgos. Se le veía, una persona rara de narices.
Una de esas personas que, cuanto menos las trates, mejor.
Así lo decidí. Tengo un instinto, más o menos, eficiente.
Entramos…
La casa por dentro era más sorprendente.
Mucho más.
Miraras donde miraras, había cosas caras y exquisitas.
Aquel hombre nos llevó hasta el salón, enorme por supuesto. Dentro, había nueve personas.
Supuse que eran los demás invitados a la “reunión”.
Así era.
Los momentos siguientes fueron los de saludos y presentaciones.
Odio esos momentos.
-Buenas noches, soy Robert Lewis, -dijo uno de ellos.
Era el futbolista más conocido del momento.
Había visto muchos partidos de él por la tele. Algunos lo tildaban de prepotente y egocéntrico, pero haciendo su trabajo, era el mejor.
En la última temporada, metió unos ochenta y ocho goles, cosa que nadie había hecho en toda la historia.
Era el delantero más conocido del mundo. Y, posiblemente, el mejor.
-Muy buenas, mi nombre es Julia Hernández de
La tal Julia, era la fundadora de la editorial “Estrella Vacía”.
Aquella editorial, era la más famosa.
Imprimía los mejores libros de los mejores autores del mundo.
Su fortuna ascendía a los tres mil millones de euros.
-Hola, encantado de conoceros, me llamo François Benoit Bercheron.
Este, un conocido político francés.
Tenía unos cincuenta años y había sido el presidente de Francia durante varios años.
Un “pez gordo” en toda regla.
-Encantado de conoceros, soy Michael Taylor.
Lo de aquel hombre era también espectacular.
Era el más importante informático de todos los tiempos, superaba incluso a Bill Gates. Era el creador de, bueno, no sabría cómo explicarlo realmente.
Un sistema operativo nuevo que mejoraba la versión de Windows. O algo así.
-Buenas tardes, ya me conocen casi seguro, así que paso de presentarme.
Sí, el creído este es quien todos estáis pensando.
Era Esteban Reyes.
El “glorioso” humorista.
Todavía no alcanzo a entender el motivo por el cual a la gente le hace gracia este tío.
-Hola, es un placer conoceros, soy Gabriela Sánchez.
De todos los allí presentes, ella era la más simpática y agradable de todos.
Gabriela, era una importante científica, la descubridora de la cura contra el virus Jk5iu-6, el virus aquel que mermó en gran cantidad el número de aves en el cielo.
-¡Hola! ¡Encantado!
Este, era otro empresario de gran importancia en
Era el dueño de la empresa que robó el liderazgo como bebida líder a Coca Cola.
¿Cómo se llamaba?
Todos lo sabéis, Buin Juiv, esa rica bebida que tan locos nos vuelve a más de uno.
-Hello, my name is Robert Tyson, nice to meet you.
Este, era un inglés de los que se molestan poco en aprender el idioma.
Lo curioso de él: Era astronauta, el descubridor del planeta Terra Nova, y solo conocía su idioma de origen.
Para matarlo…
Y por último, el tipo que más gordo me cayó:
Ignacio de
Ni se presentó.
Aunque, bueno, no le hacía falta.
De todos los allí presentes, era el más famoso y reconocido.
Don Ignacio, era el hombre más rico del mundo.
Fue él, quien inventó el único medio de transporte más rápido que la luz.
En el año 2154…
Han pasado tres años desde aquello.
Cuando enseñó la “nave” al mundo, nadie podía creerlo.
Llegaba a Júpiter, en cuestión de segundos.
Fue el avance más importante de la ciencia en el siglo XXII.
Ganó millones y millones.
La grandísima fortuna que tenía superaba a todas las fortunas conocidas del momento, juntas.
“El hombre más inteligente del mundo”, lo nombraron algunos medios de comunicación. El ser más importante del planeta.
Sin su ayuda, no habría sido posible colonizar los distintos planetas habitables del universo. O al menos, de lo que conocemos, que es más de la mitad que se conocía hace un siglo. Sin él, me parece que pocas cosas tendrían sentido en
No lo digo solo yo, lo dicen los “entendidos”.
Ahora me estoy dando cuenta de algo…
¿Para qué contar esto si todos le conocen?
Ha sido una tontería. ¡Ja ja ja!
Proseguiré con mi historia.
Tras estas presentaciones, alguien bajó por las escaleras que comunicaban con el salón.
El dueño de la casa.
Al fin podría saber quién era. A simple vista, no era nadie conocido.
Me llamó la atención que alguien que intentaba reunir a las personas más famosas del mundo, no era nadie conocido.
-¡Al fin han llegado todos!
Es un grandísimo honor que todos hayan accedido a venir a mi hogar. Se lo agradezco a todos, de verdad.
Se preguntarán quién soy, creo no equivocarme.
Por ahora, no lo diré.
Solo puedo decir que me llamen “Míster XI”
Míster XI, ¿a qué me sonaba eso?
Lo descubriría muy pronto.
Muy pronto…
Tras la cena posterior.
Detrás, del primer asesinato…
Sí, habéis escuchado bien.
Asesinato.
¿Quién fue la víctima?
Tendréis que esperar para averiguarlo, antes, debo contar lo que sucedió un poco antes, si me lo permitís…
3 comentarios:
Eres genial!
Muchas gracias prima, tú y tus halagos:)
Si quieres escribir bien lee mucho y desspues piensa, te será más facil, Vas bien, se constante y lo conseguiras. Un abrazo
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