-¿Soy
yo o este piso es más acojonante que el anterior? ¡Qué asco de casa, por favor!
–replicó mi compañero, Esteban.
Me
mordí los labios, tenía una razón absolutísima, aquella casa daba miedo, pero
según ibas descubriendo más estancias, te dabas cuenta que la última siempre
provocaba más pavor que la anterior…y así, pero yo no iba a darle la razón a
ese tonto humorista, tengo principios.
-Oiga,
detective, antes de que sigamos con esta “aventura”, me gustaría hacerle una
pregunta, ¿puedo?
-Los
detectives están para dar respuestas, supongo, así que adelante.
-¿De
veras no sabe quién es el asesino o es que nos está ocultando la verdad?
-¿Por
qué debería hacer tal cosa?
-No
lo sé, tal vez piense que nuestras mentes no estén capacitadas para soportar
esa verdad y lo haga por nuestro bien. ¿Me equivoco? Mire, sé que yo
posiblemente le resulte un payaso, un mono de feria, como prefiera llamarlo,
pero hasta el payasete de turno se daría cuenta de que vamos a morir todos, sin
más.
-¿Realmente
cree que va a morir? –pregunté confuso. Jamás hubiera pensado que aquel tipo
tuviera una sola neurona con la que pensar.
-Sí,
verdaderamente lo creo, no soy estúpido. Ya hay tres víctimas: Leo, el hijo
ilegítimo de Julián, el anfitrión de esta patética reunión, y bueno, un hombre
que nadie conoce con la cabeza cortada, ¿por qué no más? Qué sé yo, quizá
cuando bajemos al primer piso, todos nuestros compañeros se hayan esfumado, o
tal vez, seamos nosotros quienes nos quedemos aquí para siempre. ¿No le
gustaría morir siendo un héroe, Antonio Cortés?
-¿Morir
como un héroe? Héroe es aquel que vive para ayudar a los demás, no el que muere
por ellos, la muerte no arregla nada, ¿y usted pretende que yo quiera morir
siendo un héroe? No amigo, eso no es así, no quiero ser ese “tipo de héroe” que
usted quiere ser.
-Bueno,
ya me había entendido, no se me ofusque, aunque, si pudiera elegir mi muerte
como héroe, no habría cosa más épica que morir en un duelo de espadas -dijo
riendo levemente.
Su
risa duró más bien poco, ironías de la vida…
Puede
sonar increíble, pero... ¡un hacha surgió de entre la pared y voló hasta su
hombro con una fuerza devastadora! El humorista quedó clavado contra esta,
gritando de dolor. Su voz grave lastimosa no fue lo que me llamó la atención.
Había escuchado la risa del mismísimo diablo a mi espalda, y me giré
rápidamente, dispuesto a enfrentarme contra el demonio o lo que fuese. Vi a
alguien correr, alejándose de mí, riéndose, ¡era mi asesino! No dudé en ir tras
él, no sin antes echar un vistazo a la herida de Esteban. Era solo aparatosa,
no parecía haber dado en ninguna arteria o vena o importante, o eso me quise creer,
pues no soy médico. Le dije que me esperara allí, y acto seguido, empecé a
correr detrás del criminal tras aquel tétrico pasillo. Aquella risa era
escalofriante, y con cada paso se oía más fuerte, más perturbadora, con una
capacidad asombrosa para amilanar al más valiente.
Llegué
hasta el final del pasillo. Una puerta se encontraba frente a mí, y a mi
izquierda una gran ventana que dejaba pasar pequeños rayos de luz. El amanecer…
A
la derecha había una estatua bastante horrible, pero a juzgar por todas las
posesiones del fallecido dueño de la casa, debía costar un dinero importante.
La risa, esa risa… ¡Me estaba poniendo de los nervios!
Me
decidí a abrir la puerta, sin miedo, era Antonio Cortés, uno de los mejores
detectives, y no me daba miedo nada, ¿o sí?
La
habitación estaba a oscuras, parecía que no había ventana ninguna. Puede ser
que fuera la habitación que más miedo daba de todas. Al menos la risa aquella
había parado.
-Realmente
es un buen detective, señor Cortés, me tiene impresionado, aunque debo decir,
así de añadido, que pese a su buena labor como detective, como ser humano deja
mucho que desear, ¿no lo ve así? –se escuchó desde todas direcciones, mis oídos
no dieron abasto, no sabían donde escuchar.
-Creo
que es justo que le explique todo, desde el principio, así que, ¿qué tal si
encendemos la luz? ¡Hágase la luz!
Inmenso
fue mi asombro cuando, pude ver, cómo un cadáver estaba hablando conmigo.
-Mister
XI…
-Sí,
señor Cortés, aunque tal vez debería llamarme ya por mi verdadero nombre.
No
lograba asimilar lo que estaba viendo, yo mismo comprobé que aquel hombre
estaba muerto. ¿Cómo era posible?
-Veo
por su cara que no sabe qué está pasando, y la verdad, no me extraña, preparé
todo esto para que usted tuviera un caso donde hasta sus piernas flaquearan. ¡Já!
El
cuerpo que usted inspeccionó no era el mío, era el de mi hermano gemelo,
Sebastián. No tuve otro remedio que asesinarlo, quería fastidiar mis planes, el
verdadero objetivo de la reunión.
-¿Debo
suponer que espera que yo sepa tal objetivo? –pregunté desafiante.
-El
objetivo de dicha reunión es la venganza, señor detective. Mi padre fue
asesinado por su estúpido cliente, ese maldito Julián. Rafael Tyler, mi padre,
fue el verdadero hombre que hizo de esa maldita empresa lo que es ahora. Julián
y mi padre siempre fueron amigos, desde pequeños, a pesar de tener ideas
diferentes. Con los años, mi padre inventó, ayudado por ese ser, el primer
robot verdaderamente humano del mundo. Julián quiso utilizar aquel hallazgo
para hacer el “bien”, lo que ahora hace su empresa: Fabricar esos robots para
ayudar al ser humano. Mi padre no quería eso, mi padre quería con ellos hacerle
ver al mundo lo poderoso que era. Julián lo asesinó para que nunca llegara a
cumplir su deseo y así hacerse con el mérito de aquel invento. Poco antes de
morir en el hospital, nuestro padre nos confesó todo, y nos pidió que le
vengáramos. Pronto nos pusimos a ello, Antonio, aunque, nuestra venganza fue a
más.
Mi
hermano y yo continuamos los inventos de mi padre, logrando hacer un robot aún
más potente que los que Extreme Star distribuye. Son los mejores asesinos a los
que alguien como usted puede enfrentarse, créame. Decidimos probarlos contra
las personas más carismáticas del mundo. Vosotros, todos vosotros, y eso es lo
que va a suceder a partir de ahora. También necesitábamos que Julián viniera a
la reunión, por lo que embaucamos a su hijo ilegítimo, con promesas de ayudarle
a conseguir toda la riqueza de la empresa, pero, ya usado y cumplido su
objetivo, traer al viejo aquí, mandé a mis pequeñas máquinas a asesinarle. Mi
hermano no estaba del todo de acuerdo conmigo, era fan de usted, no quería su
muerte y fue él mismo quien le invitó, sin mi consentimiento. Su muerte está
justificada, ¿no cree? Ya que le invitó, al menos así podré qué tan buen
detective es. ¡Yo, Juan Alberto Tyler, hijo del gran Rafael Tyler, dueño y
fundador de Extreme Star, cumpliré hoy con su venganza! ¡Ja ja ja ja!
-Eres
un ser despreciable.
-¿Usted
cree, detective? –preguntó irónico sacándose una pistola del bolsillo, con la
que me apuntó.
-Puede
que lo sea, no obstante, ¿qué me importará ya?
Esbozó
una sonrisa, puso la pistola en una de sus sienes, y disparó...
0 comentarios:
Publicar un comentario