Capítulo 6

-¿Soy yo o este piso es más acojonante que el anterior? ¡Qué asco de casa, por favor! –replicó mi compañero, Esteban.
Me mordí los labios, tenía una razón absolutísima, aquella casa daba miedo, pero según ibas descubriendo más estancias, te dabas cuenta que la última siempre provocaba más pavor que la anterior…y así, pero yo no iba a darle la razón a ese tonto humorista, tengo principios.
-Oiga, detective, antes de que sigamos con esta “aventura”, me gustaría hacerle una pregunta, ¿puedo?
-Los detectives están para dar respuestas, supongo, así que adelante.
-¿De veras no sabe quién es el asesino o es que nos está ocultando la verdad?
-¿Por qué debería hacer tal cosa?
-No lo sé, tal vez piense que nuestras mentes no estén capacitadas para soportar esa verdad y lo haga por nuestro bien. ¿Me equivoco? Mire, sé que yo posiblemente le resulte un payaso, un mono de feria, como prefiera llamarlo, pero hasta el payasete de turno se daría cuenta de que vamos a morir todos, sin más.
-¿Realmente cree que va a morir? –pregunté confuso. Jamás hubiera pensado que aquel tipo tuviera una sola neurona con la que pensar.
-Sí, verdaderamente lo creo, no soy estúpido. Ya hay tres víctimas: Leo, el hijo ilegítimo de Julián, el anfitrión de esta patética reunión, y bueno, un hombre que nadie conoce con la cabeza cortada, ¿por qué no más? Qué sé yo, quizá cuando bajemos al primer piso, todos nuestros compañeros se hayan esfumado, o tal vez, seamos nosotros quienes nos quedemos aquí para siempre. ¿No le gustaría morir siendo un héroe, Antonio Cortés?
-¿Morir como un héroe? Héroe es aquel que vive para ayudar a los demás, no el que muere por ellos, la muerte no arregla nada, ¿y usted pretende que yo quiera morir siendo un héroe? No amigo, eso no es así, no quiero ser ese “tipo de héroe” que usted quiere ser.
-Bueno, ya me había entendido, no se me ofusque, aunque, si pudiera elegir mi muerte como héroe, no habría cosa más épica que morir en un duelo de espadas -dijo riendo levemente.
Su risa duró más bien poco, ironías de la vida…
Puede sonar increíble, pero... ¡un hacha surgió de entre la pared y voló hasta su hombro con una fuerza devastadora! El humorista quedó clavado contra esta, gritando de dolor. Su voz grave lastimosa no fue lo que me llamó la atención. Había escuchado la risa del mismísimo diablo a mi espalda, y me giré rápidamente, dispuesto a enfrentarme contra el demonio o lo que fuese. Vi a alguien correr, alejándose de mí, riéndose, ¡era mi asesino! No dudé en ir tras él, no sin antes echar un vistazo a la herida de Esteban. Era solo aparatosa, no parecía haber dado en ninguna arteria o vena o importante, o eso me quise creer, pues no soy médico. Le dije que me esperara allí, y acto seguido, empecé a correr detrás del criminal tras aquel tétrico pasillo. Aquella risa era escalofriante, y con cada paso se oía más fuerte, más perturbadora, con una capacidad asombrosa para amilanar al más valiente.
Llegué hasta el final del pasillo. Una puerta se encontraba frente a mí, y a mi izquierda una gran ventana que dejaba pasar pequeños rayos de luz. El amanecer…
A la derecha había una estatua bastante horrible, pero a juzgar por todas las posesiones del fallecido dueño de la casa, debía costar un dinero importante. La risa, esa risa… ¡Me estaba poniendo de los nervios!
Me decidí a abrir la puerta, sin miedo, era Antonio Cortés, uno de los mejores detectives, y no me daba miedo nada, ¿o sí?
La habitación estaba a oscuras, parecía que no había ventana ninguna. Puede ser que fuera la habitación que más miedo daba de todas. Al menos la risa aquella había parado.
-Realmente es un buen detective, señor Cortés, me tiene impresionado, aunque debo decir, así de añadido, que pese a su buena labor como detective, como ser humano deja mucho que desear, ¿no lo ve así? –se escuchó desde todas direcciones, mis oídos no dieron abasto, no sabían donde escuchar.
-Creo que es justo que le explique todo, desde el principio, así que, ¿qué tal si encendemos la luz? ¡Hágase la luz!
Inmenso fue mi asombro cuando, pude ver, cómo un cadáver estaba hablando conmigo.
-Mister XI…
-Sí, señor Cortés, aunque tal vez debería llamarme ya por mi verdadero nombre.
No lograba asimilar lo que estaba viendo, yo mismo comprobé que aquel hombre estaba muerto. ¿Cómo era posible?
-Veo por su cara que no sabe qué está pasando, y la verdad, no me extraña, preparé todo esto para que usted tuviera un caso donde hasta sus piernas flaquearan. ¡Já!
El cuerpo que usted inspeccionó no era el mío, era el de mi hermano gemelo, Sebastián. No tuve otro remedio que asesinarlo, quería fastidiar mis planes, el verdadero objetivo de la reunión.
-¿Debo suponer que espera que yo sepa tal objetivo? –pregunté desafiante.
-El objetivo de dicha reunión es la venganza, señor detective. Mi padre fue asesinado por su estúpido cliente, ese maldito Julián. Rafael Tyler, mi padre, fue el verdadero hombre que hizo de esa maldita empresa lo que es ahora. Julián y mi padre siempre fueron amigos, desde pequeños, a pesar de tener ideas diferentes. Con los años, mi padre inventó, ayudado por ese ser, el primer robot verdaderamente humano del mundo. Julián quiso utilizar aquel hallazgo para hacer el “bien”, lo que ahora hace su empresa: Fabricar esos robots para ayudar al ser humano. Mi padre no quería eso, mi padre quería con ellos hacerle ver al mundo lo poderoso que era. Julián lo asesinó para que nunca llegara a cumplir su deseo y así hacerse con el mérito de aquel invento. Poco antes de morir en el hospital, nuestro padre nos confesó todo, y nos pidió que le vengáramos. Pronto nos pusimos a ello, Antonio, aunque, nuestra venganza fue a más.
Mi hermano y yo continuamos los inventos de mi padre, logrando hacer un robot aún más potente que los que Extreme Star distribuye. Son los mejores asesinos a los que alguien como usted puede enfrentarse, créame. Decidimos probarlos contra las personas más carismáticas del mundo. Vosotros, todos vosotros, y eso es lo que va a suceder a partir de ahora. También necesitábamos que Julián viniera a la reunión, por lo que embaucamos a su hijo ilegítimo, con promesas de ayudarle a conseguir toda la riqueza de la empresa, pero, ya usado y cumplido su objetivo, traer al viejo aquí, mandé a mis pequeñas máquinas a asesinarle. Mi hermano no estaba del todo de acuerdo conmigo, era fan de usted, no quería su muerte y fue él mismo quien le invitó, sin mi consentimiento. Su muerte está justificada, ¿no cree? Ya que le invitó, al menos así podré qué tan buen detective es. ¡Yo, Juan Alberto Tyler, hijo del gran Rafael Tyler, dueño y fundador de Extreme Star, cumpliré hoy con su venganza! ¡Ja ja ja ja!
-Eres un ser despreciable.
-¿Usted cree, detective? –preguntó irónico sacándose una pistola del bolsillo, con la que me apuntó.
-Puede que lo sea, no obstante, ¿qué me importará ya?

Esbozó una sonrisa, puso la pistola en una de sus sienes, y disparó...

0 comentarios:

Publicar un comentario